miércoles, 13 de diciembre de 2006

MALA NOCHE PARA EL HOMBRE LOBO

Parecía una noche perfecta para la licantropía.
La luna llena esquivó a una nube traviesa y salió a cielo abierto para alumbrar con todo su esplendor, llenando de fuerza vital al Hombre Lobo que desde hacía muchos días esperaba este momento para salir de cacería.
De inmediato se activaron los mecanismos de transformación en todo su cuerpo, que se fue encorvando hasta ponerse en cuatro patas, mientras se cubría de una espesa y oscura pelambre.
Las orejas se le alargaron, la boca se le llenó de relucientes dientes y colmillos que destellaron al reflejar la luz lunar, prestos a morder y desgarrar. Y cuando la transformación estuvo completa, salió de su escondite en busca de una víctima para saciar su hambre feroz.
Agazapado en una oscura callejuela, donde la luz de la luna no alcanzaba a alumbrar todavía, vio aproximarse a un hombre que caminaba desapercibido, por lo que llegó al convencimiento de que sería la víctima perfecta. Dejó que se acercara lo suficiente y, cuando ya lo tenía muy cerca y sin posibilidades de escapar, le salió al encuentro de un gran salto y lanzando un rugido aterrador.
Fue entonces que ocurrió algo inesperado, cuando la luna llena salió de detrás de unos techos y bañó con su claridad el callejón, produciendo un efecto no previsto en la presunta víctima, que comenzó a convulsionarse extrañamente, iniciándose en él una sorpresiva transformación.
El Hombre Lobo no podía creer lo que estaba sucediendo y, cuando la transformación del otro estuvo completa, aulló en una mezcla de pánico y amargura, mientras se rascaba frenéticamente con una de las patas traseras:
-¡Le zumba el merequetén, caballeros! ¡Con tantas presas fáciles e indefensas que andan por ahí, y a mí se me ocurre escoger al Hombre Pulga!

Betán

Paso para beodos


Con Lennon